I.- La historia del arte es una flecha que pone en movimiento diferentes escenarios de la representación visual; sin embargo, el arte plástico se nos manifiesta desde su fijación, dejando que su tráfico se nos muestre a través de la quietud. El vuelo suspendido y el universo como una tela en el techo, como un pergamino a oscuras. Un tiempo parado que es pues quieto y en movimiento. En el trabajo artístico que Lluís Carulla Ruiz presenta en la Galería Cadaqués, que fue puerta de entrada de las más altas manifestaciones internacionales del arte concreto, al igual que para los miembros que forman parte de esta tendencia, el arte se mueve incluso cuando está fuera de su contexto. El arte, no la historia ni el evento, es para ellos movimiento. El arte concreto, apartándose de las clásicas separaciones entre idea y experiencia, original y mimesis, forma y función, poesía y ciencia, hizo un gran esfuerzo por sumar racionalidad y belleza. También supo poner en un mismo plano los datos fríos y abstractos de los nombres y sus combinaciones limitadas y armónicas con la investigación sobre el ilimitado, consustancial a toda investigación. El desarrollo de este arte de análisis tenía tanto impractico y especulativo como tanto más eficaz lo fue en las soluciones formales estéticas de la arquitectura y los objetos industriales que poblaron las urbes y los hogares en la larga revolución positiva y humanista que ocupó buena parte de la vida moderna del siglo XX. Que en las idas y vueltas del nihilismo crítico frente al academicismo donde termina toda revuelta y que en medio de la supeditación del arte a la regla de la historia, un artista prosiga tan elevadas ganancias, no deja de maravillar quién esto suscribe con el ánimo de invitar también a los espectadores del presente. Sin embargo, abiertos como somos, quisiera poner cara a cara, por un momento, a fin de forzar comparativa y elección, las derivas de los objetos gratuitos del neodadá, un siglo después, y las formalizaciones puras del neoplasticismo abstracto y concreto. Y pondré como ejemplos terminales el desvarío de la no-razón en uno y otro caso el purismo de la no-irracionalidad. Primero en la arquitectura juguetona, metafórica, irónica, tecnológica y altiva de las metrópolis, o después, en contraposición, la arquitectura formal, lineal, rigurosa, ambiental e integrada en las pequeñas poblaciones rurales o costeras con tradiciones culturales arraigadas. Se puede, en efecto, objetar que lo propio de la arquitectura no lo es del arte.
II.- El arte que practica Lluís Carulla Ruiz me recuerda a los grandes momentos de la historia de las formas: el plan en oposición a la perspectiva, las superposiciones en un plan bidimensional de otros tiempos, la puesta en movimiento mental del artífice y el experimento en manos del visitador. También, el movimiento y el juego de colores que modifica y diferencia toda superficie dada. Sus objetos forman parte del movimiento porque el movimiento está dentro del estático. No se trata de una representación visual de formas y formas con palabras, sino que lo que es interno a la existencia nos llegue. Al fin y al cabo, la vida es movimiento y ritmos que buscan un equilibrio entre los otros muchos sistemas. Sin diferenciar el lenguaje textual del lenguaje visual, deberíamos acordar cuáles son las reglas autónomas y cuáles las comunes y universales. La forma de los objetos escultóricos aquí presentados podría dividirse en dos agrupaciones: los sinuosos y rectilíneos. En unos veo la abstracción de las leyes físicas y poéticas; en los demás, la organización de la matemática. En otros términos, la lírica y la épica. Quién sabe si por eso los primeros tienen un movimiento cercano a la naturaleza, a la sinuosidad del crecimiento en la luz y en el desgaste de los elementos naturales en lucha. Mientras que en los de línea recta, el movimiento de la historia se impone a través de superposiciones de planes. En uno, la fuerza creativa; y en el otro, la reflexión.
El arte de Lluís Carulla Ruiz deriva de una tensión interna donde lo medible y ordenable puede ser también figura de la danza, y viceversa. Su lenguaje tanto piensa lo que tenemos delante como provoca un movimiento para situar al espectador en otro espacio de representación inédito. Deberíamos poder ver un drama del sentido psicológico y un drama del sentido de las formas. El sujeto humano está muy presente. Será por eso que la teoría del color se expresa con semejante pureza.
III.- En conclusión: en un sentido literal la obra de Luis Carulla Ruiz toma partido junto a las grandes aportaciones del arte concreto y de su grado cero. Nos encontramos en una renovación de un estilo neo-vanguardia apartado de las exageraciones expresionistas y la deriva deconstructiva. Se inscribe en la historia y retoma de nuevo los experimentos y la sensibilidad de una búsqueda impura, artística. Desde este objetivo, se despliega un sentido alegórico, una idea positiva del arte como forma y como experimento de sensibilidad y, por igual, de conocimiento. Adquiere el artista una noble vicisitud moral: debes hacer arte y, en sentido anagógico, no sólo produces objetos sino que debes aspirar a que estas obras transformen la experiencia de la realidad y funden una realidad. El arte es la sustancia, no una herramienta. El arte nos afecta, nos mueve. Vivir junto a una obra de arte, en este caso de Lluís Carulla Ruiz, convivir con ella, nos hace ser diferentes de cómo éramos. El arte no habita en una sala de estar, sino en el cuarto del ser. El lector habrá percibido que nos hemos opuesto a una concepción estrictamente instrumental. Las esculturas en movimiento de Lluís Carulla Ruiz remueven las aguas estancadas. En un momento, el espacio estático se revivifica. Como las palabras o sintagmas, las células visuales toman una actividad como el pensamiento contemplativo. Un dinamismo quieto. Aquí, una quietud dinámica, portadora de memoria. Unas son como cenefas de bailarines, otras son pinceladas gestuales, y otras, como rotaciones mecánicas célibes a la manera de los Man Ray y Duchamp. Diría que es material visual que toma un lugar en la mente y que pone en energía el arte en el espacio… porque nosotros somos lenguaje en un mundo físico y psíquico, cósmico y social. Sin separación. Sin peanas. Arte y técnica, poesía y ciencia.
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